Actualidad - Noticias

10 preguntas viajeras a Cipri Quintas | #MiércolesViajeros

10/2/2021

Entrevistamos al empresario y autor del bestseller ‘El libro del networking’.

Viaje como autodescubrimiento. Y también como regalo para los demás. Viaje como inspiración para la vida, incluso para la creación de un negocio con el que emplear a todo un equipo. Viaje como solidaridad y como canto de amistad.


Todo eso significa hacer la maleta para Cipri Quintas, empresario, autor del bestseller El libro del networking (Ed. Planeta) y «SEO de personas», como él mismo se define.


En nuestros #MiércolesViajeros descubrimos los viajes de Cipri Quintas mientras nos ensanchamos el alma con su arte de darse a los demás. 



Viajes con Cipri Quintas: 10 preguntas viajeras


1. ¿Cuál es el primer viaje que recuerdas?


En mi primer viaje yo tenía doce años y fue cuando mis padres me llevaron a conocer el mar. Íbamos en un 600 desde Madrid (donde yo vivo) hasta Calpe. Nada más llegar, antes incluso de buscar el apartamento que mis papás habían alquilado con su esfuerzo y ahorros, mi padre aparcó frente a la playa para que yo pudiera ver «aquel río tan grande». Había oído hablar de que el agua era diferente allí. Salí corriendo, me metí en el agua con los zapatos y todo y, acto seguido, me metí «un puñado» de agua en la boca para ver a qué sabía. ¡Qué momento! Mi madre me pedía cuidado para que no me hiciera daño y mi padre me decía riendo que estaba loco. Nunca lo olvidaré.



2. ¿Qué viaje te ha quitado el sueño?


El viaje al Líbano. Me invitaron para ver allí unos locales de ocio, hará como unos cinco años. Es curioso porque uno tiene la imagen de que Líbano es un sitio complicado, peligroso, con guerras… Si ves las noticias, es la imagen que nos devuelven y eso nos hace crearnos miedos internos hacia lugares que asociamos a bombas, a guerras, atentados… Yo también sentí ese miedo. Cuando, aquí en Madrid, me dieron los billetes, la verdad es que fui asustado. 


Al llegar allí, en el aeropuerto, empecé a ver que había sacos de arena, como en las películas, carros blindados y metralletas y pensaba: «Madre mía, dónde he venido». Por un lado tenía ganas de vivirlo; por otro, incertidumbre. Pero mira por dónde, al final descubrí un pueblo maravilloso, lleno de gente buena con ganas de ser felices y de quitarse ese estigma de la guerra. En Beirut descubrí y me enamoré de muchas personas con una gran capacidad de recibimiento, con alegría, felicidad… Aprendí entonces que nuestros miedos a veces nos llevan a juzgar y a colocar etiquetas negativas a sitios maravillosos. Líbano es increíble: su clima, paisajes, comida, gente… y su cultura no es tan diferente a la nuestra: al final son mediterráneos. A veces se nos olvida que España tiene mucha mezcla de variedad de cultura y esa herencia nos enriquece muchísimo.



3. ¿Qué imagen de un viaje llevas grabada en la retina?


Tengo grabado el paisaje del Parque Nacional Canaima en Venezuela. Tuve la suerte de viajar por allí y conocí el Salto del Ángel, parte del Amazonas, etcétera. Allí dormimos algunos días en la selva, escuchando los ruidos, sintiendo la magia de aquellos terrenos auténticos y llenos de vida. Fue una experiencia increíble. Recuerdo la calidez de los autóctonos y las relaciones que entablé con ellos. 


A veces nos creemos que nosotros somos los listos, que nuestro mayor nivel cultural o económico nos hacen superiores… ¡Qué equivocados estamos! Allí, en medio de la selva, no éramos nada: ellos eran los fuertes, los poderosos, se reían de nuestros temores. Todo esto me hizo reflexionar, volver a darme cuenta de que en todas partes puedes encontrar personas inteligentes y felices. Ellos me dieron grandes lecciones de vida, de respeto a la naturaleza, de saber disfrutar las pequeñas cosas. Me miraron sin juzgarme, me enseñaron algunas cosas de la vida en su medio, me transmitieron su fortaleza. 


Siempre he creído que los viajes no son tanto el paisaje, ni las comodidades que pueda ofrecernos un hotel, ni el decorado… los viajes son las personas que viven en cada lugar. Si nos perdemos a esas personas, mejor será que nos quedemos en casa haciendo un viaje con gafas 3D.


Me considero un amante de la inteligencia relacional y una de las ocasiones en la vida que tenemos más oportunidad de practicarla es precisamente durante los viajes, sobre todo si nos mezclamos con personas de culturas y costumbres muy diferentes. Hay que aprovechar estas escapadas para aprender de todas las personas que nos encontramos por el camino, hacernos amigos de ellas, mirarles a los ojos: convertirnos en viajeros y dejar de ser meros turistas. 



4. ¿Qué plato típico que hayas probado en un viaje te ha conquistado para siempre?


El primer Pad Thai que comí en Tailandia, cuando tenía unos 26 años. En ese instante, me enamoré de su gastronomía y mira, quién me iba a decir que una década más tarde iba a terminar montando el que para mí es el mejor restaurante tailandés de Madrid, el Silk and Soya. Y es así porque tengo un equipo maravilloso y hemos trabajado mucho para traer a Madrid el sabor, el colorido, el aroma único de los platos de Tailandia.



5. ¿Cuál ha sido el viaje en el que te ha costado más hacer la maleta? ¿Por qué?


Fue a Alemania, a unos cursos de conducción en el circuito de carreras de Nürburging. Me invitaron y, bueno, fui, pero la verdad es que te confieso que no me gustan los coches. No me apasiona la velocidad, las carreras; soy más de hacer las cosas más despacio, pero disfrutándolas. Sin embargo, tengo que decir que al final me lo pasé muy bien. Viajar suele merecer la pena siempre.



6. ¿Viajas con cámara de fotos o con palo selfie?


Con cámara de fotos, sin duda. El mundo tiene lugares maravillosos por ver, pero también personas y, como he dicho antes, son las personas las que tienen la capacidad de que sintamos un lugar como mágico. Muchas veces, en la era de los selfies, nos olvidamos de lo que tenemos delante. A veces cometemos el error de sólo compartir nuestra foto, para enseñar a los demás lo que hacemos, sin pensar en cómo ponemos foco en ellos al compartirlo. No nos damos cuenta de que, si subimos una montaña muy alta y nos hacemos un selfie, nuestra cara está tapando el paisaje, ¿queremos que se vea un paisaje precioso, brindado a otras personas, para que quienes no han ido allí se deleiten con él? O, por el contrario, ¿mostramos que somos NOSOTROS los que hemos realizado la proeza, lo importante de la acción? El ego es el mayor enemigo de la inteligencia relacional y, aunque apartarlo puede parecernos un gran trabajo, es necesario.


La de la montaña es solo una metáfora, pero creo que refleja muy bien también la forma de viajar que queremos adoptar. Muchos viajan para descubrir, ser mejores personas, compartir, autoconocerse, pero aún otros lo hacen para después mostrar dónde han estado y qué han hecho, sin llegar a disfrutar del todo del viaje. Yo los llamo los «viajeros ombligo». 



7. ¿A qué suenan tus vacaciones?


Soy muy fan de mis amigos artistas y de la música en general, así que escuchar sus canciones durante mis viajes me hace no sólo deleitarme con su gran calidad musical, sino también sentir que una parte de ellos me acompaña en la inolvidable experiencia de viajar. 


Siempre vienen conmigo las canciones de mi socio Román Mosteiro, como la de «Mi Norte», especialmente bonita, recuerdo a sus orígenes gallegos y al lugar donde creció; que juega un poco con la nostalgia de tiempos pasados, pero, sobre todo, que nos anima a disfrutar de la vida a tope, porque no hay más que una. 


También canciones de Carlos Rivera, como «No soy el aire», que me sigue encantando. De mi gran amigo David Bisbal, que siempre hace un homenaje a la vida y a la alegría, con letras como: «Ay vida, que palpita de alegría, que me embriaga el sentimiento con tus besos más y más». Niña Pastori, que es pasión viva en cada una de sus canciones: «Con tus lágrimas me haré de agua clara unos zarcillos y unos zapatos de miel hechos con tu desvarío». Carlos Baute también es un grande, con temas que incluyen frases como ésta: «La geografía perfecta que tiene tu piel, no hay fronteras que limiten mi querer» y, por supuesto, mi amigo Manu Tenorio, que acaba de dedicar una canción a los que se fueron por la pandemia: «El resto de mi vida», preciosa y que refleja su calidad como persona.


También me gustan canciones de otros que (de momento) no tengo en mi agenda, como «Hallelujah» o «Halo» de Beyoncé, que aún no es mi amiga, pero es porque todavía no me conoce, jaja.


Por último, soy muy fan también de la música a capela y, en este ámbito, nadie como el grupo bvocal, que son puro arte y nos hacen transportarnos con su música a planos mágicos.



8. ¿Dónde viajarías con un billete de sólo ida?


A cualquier país de Hispanoamérica. El idioma, una gastronomía y culturas muy parecidas me hacen, siempre que voy, sentirme como en casa.



9. ¿Con quién te irías a dar la vuelta al mundo?


Ya lo tengo pensado. Alquilaría dos transatlánticos gigantes en los que cupieran todos mis amigos (tienen que ser grandes porque por fortuna tengo muchos). Cada cierto tiempo, iríamos cambiando camarotes entre ambos transatlánticos para que todos se conocieran y se relacionaran, aportándose entre ellos. Cuando acabáramos de dar la vuelta al mundo, todos serían amigos. Porque, ¿sabes qué? Yo me considero una de las personas más ricas del mundo, aunque no aparezca mi nombre en los ranking de patrimonio económico mundial. Para mí, la riqueza se mide en los amigos que tienes, por un lado, y en la capacidad de dar, por otro. Somos lo que damos y no lo que tenemos. 



10. ¿Cuál es tu lugar favorito del mundo?


Mi lugar favorito es el corazón de las personas y resulta que eso está en cada uno de los sitios y ciudades del mundo. Con personas maravillosas (que las hay en todos lados) cualquier lugar puede convertirse en un paraíso. Pero, dicho esto, hay un sitio muy especial para mí, y es un rinconcito de Entebbe, en Uganda. Allí, cuando nació mi hija Chloé y de mano de la ONG Babies Uganda, pedimos a nuestros amigos que invirtieran un poquito (lo que tenían pensado darle a Chloé por su nacimiento) para montar una clínica médica, porque allí no tienen nada y necesitan atención y cuidados, sobre todo los niños y personas en situación de riesgo. Parecía un idealismo, pero unos meses después, gracias a la generosidad de tantas personas, se convirtió en una realidad y hoy la clínica funciona a pleno rendimiento, con el nombre de cada una de las personas que lo hicieron realidad grabado en sus paredes. Allí será, sin duda, mi próximo viaje, cuando se pueda. 


Aprovecho para invitaros a conocer el proyecto a través de babiesuganda.org. Juntos hicimos una clínica de la nada y conseguimos que la solidaridad, el dar, el ayudar y el amor se transformaran en vida en otros sitios. A Entebbe ya ha viajado nuestra solidaridad y espero que muy pronto podamos viajar nosotros allí y ver a nuestros amigos ugandeses.


<Volver