Actualidad - Noticias

10 preguntas viajeras a Ángel García Butragueño | #MiércolesViajeros

8/9/2021

Descubrimos el alma viajera del director del área de Turismo de Braintrust

De los primeros recuerdos viajeros en el pueblo o junto al mar a viajes iniciáticos que cambian tu manera de ver la vida. De Alicante a India, de Béjar a Perú, el periplo que hoy realizamos en nuestros #MiércolesViajeros con Ángel García Butragueño nos lleva a recorrer el mundo con el corazón.


El director del área de Turismo de Braintrust, consultora de referencia en el sector, y escritor experto en liderazgo, repasa en esta entrevista no sólo los viajes que han marcado su vida, sino su propia concepción de la vida como un viaje en el que no importa tanto el destino como la compañía.



Entrevista a Ángel García Butragueño



1. ¿Cuál es el primer viaje que recuerdas?


Pues tengo buena memoria y el primer viaje que recuerdo era de pequeño, cuando iba con toda mi familia, mis padres y mis cinco hermanos a Alicante en coche. Salíamos a las 4 de la mañana para evitar el calor en tiempos donde no había aire acondicionado (ni dirección asistida…), ni las autopistas y carreteras que tenemos hoy; de hecho, para un trayecto Madrid-Alicante se tardaban nueve horas. Nuestro vehículo era una furgoneta DKW de las de entonces, donde cabíamos todos, parábamos cada poco tiempo, especialmente en Albacete para comprar ‘Miguelitos’; la diversión estaba asegurada. 


Eran tiempos distintos pero muy bonitos, los mantengo en el recuerdo como un bien muy preciado. En Alicante el tiempo lo dedicaba a jugar con mis hermanos y mis primos, a ir a la playa y saltar las olas, que me encantaba; a comer caracoles, a comer arroz, a echarme una siesta ‘obligado’ por mis padres y a pasear y tomar helados hasta la hora de cenar y acostarse, mientras los mayores se quedaban jugando a las cartas. 


Tengo tan buenos recuerdos que, aún hoy, sigo siendo fiel a ese destino, donde procuro pasar fines de semana durante casi todo el año, excepto en verano. Como dice esa frase de los alicantinos que hago mía, «Alicante es la millor terreta del món».


Y no quiero dejar de recordar con una sonrisa mis viajes a Socuéllamos con mi mejor amigo de la infancia y adolescencia y su familia, con quien hoy comparto todos los días un trocito de experiencias y sabiduría: allí descubrí el verdadero valor de la amistad.


De esa etapa en Alicante y Socuéllamos soy consciente que nacieron valores que me hicieron ser como soy, los cuales llevo conmigo en mi maleta siempre. En aquellos momentos, como suele pasar, no lo entendí, aunque a día de hoy la visión de un mundo como un todo, la empatía para entender a cada persona como individuo y la necesidad de comprensión en cada circunstancia vital vienen de momentos en familia y fueron creciendo a lo largo de mis viajes hasta hoy.



2. ¿Qué viaje te ha quitado el sueño?


Pues mi primer viaje a la India me tenía inquietamente ilusionado. Siempre de pequeño le decía a mis padres: «Yo quiero viajar por el mundo, conocer otras culturas, entender otras sociedades distintas y empaparme de conocimiento», quizás por eso no se extrañaron cuando les dije que quería estudiar la diplomatura de Turismo, de lo cual nunca me he arrepentido.


La India era uno de mis destinos favoritos. Fue una oportunidad maravillosa poder compartir este destino con mis mejores amigos. Las expectativas no sólo se cumplieron sino que se superaron ampliamente: India es un país tan extenso y tan diverso que no deja a nadie indiferente, y a mí me cautivó. 


Siempre digo que la India cambió mi vida porque cambió mi visión del mundo, amplió mi capacidad mental de comprender a las personas y desarrolló en mí una inmensa espiritualidad que aún hoy conservo, y que es garante de vivir casi siempre en una plenitud constante.



3. ¿Qué imagen de un viaje llevas grabada en la retina?


Para mí ‘la imagen’ es mi primera visita a Benarés, sentados en los ghats tratando de digerir lo que allí podíamos ver. Íbamos en grupo pero, después de un paseo por el Ganges, donde pudimos observar la inmensa diferencia entre nuestra cultura y la suya, quisimos separarnos para que cada uno se pusiera sus gafas de observar y tratara de asimilar todo lo que allí acontecía: el traslado de los cadáveres, las piras y las cremaciones, la gente bañándose y haciendo sus plegarias, los maestros espirituales, las vacas sagradas, los niños jugando... Para mí fue un aprendizaje que nunca he olvidado: ver la vida y la muerte juntas, la tristeza y la alegría juntas, la luz y la oscuridad juntas. 


Una dicotomía que ahora en mi rol de consultor y coach me gusta mucho explicar: sin muerte no hay vida, sin oscuridad no hay luz, sin tristeza no hay alegría. Nosotros somos los únicos que podemos mirar y ver lo que queramos: las personas tenemos la capacidad de observar aquello que nos interesa, porque siempre hay dualidad en todas las facetas de la vida. Soy un fan absoluto de la psicología positiva: la botella siempre la podemos ver medio vacía o medio llena y yo siempre, cuando miro la botella, aprecio que está medio llena.



4. ¿Qué plato típico que hayas probado en un viaje te ha conquistado para siempre?


Pues me quedo con un plato local: las patatas revolconas y el jamón ibérico de mi tierra salmantina. Tengo la suerte de ser castellanoleonés por parte de mis abuelos paternos y siempre de pequeño veraneaba —al final del verano y después de  la playa de Alicante— con ellos en un pueblecito pequeño llamado Vallejera de Riofrío, al sur de Salamanca, casi en Cáceres, de allí luego nos instalamos con mis padres en Béjar


En toda esta zona existe una cultura gastronómica muy arraigada en la tapa, así que adoro ir de vinos y tapas por los pueblos de Castilla y León. Soy feliz con un buen vino tinto español y unas patatas revueltas o ‘meneás’, como se llaman en diversos sitios, y por supuesto comerme un buen plato de jamón de bellota de las dehesas tanto salmantinas como extremeñas. 


En cada región de España existen tesoros incalculables a través de nuestra cultura y patrimonio, y eso es algo que debemos poner en valor para un viajero tanto nacional como extranjero.


España no sólo es el segundo país del mundo en número de visitantes, sino que debe aspirar a crear, comercializar y promocionar uno de los modelos turísticos más potentes del mundo, donde la sostenibilidad sea nuestro ADN y nuestro posicionamiento de marca: no sólo tenemos sol y playa, sino un turismo interior de auténtico lujo. Somos unos privilegiados los que vivimos en España, y en la pandemia hemos sabido apreciar y valorar el patrimonio material e inmaterial que poseemos.



5. ¿Cuál ha sido el viaje en el que te ha costado más hacer la maleta? ¿Por qué?


En el año 2001 estuve en Perú, en concreto en la región de Arequipa, en el pueblo de Camaná, en un viaje solidario a un orfanato con la ONG Misión y Vida. Allí de nuevo pude comprobar las diferencias entre el primer mundo y lo que llamamos el tercer mundo; allí experimenté el amor en estado puro con los niños y niñas que habían sido abandonad@s en su mayoría. 


Llevaba una mochila con cosas materiales del primer mundo que solté de golpe, para cargar con cosas inmateriales que me traje, y que hoy perduran en mi forma de entender la vida: el amor, la solidaridad, la generosidad, la alegría, el optimismo, el ser feliz con lo que se tiene y no con lo que se desea, el compartir con los demás... eso es lo que de verdad nos da la plenitud.


Como siempre digo, sin nada vinimos y sin nada nos iremos, aunque en Occidente pensamos que la vida es eterna, y nos pasamos la vida acumulando cosas para luego dejarlas cuando nos vayamos. 


Creo que en las escuelas nos deberían enseñar menos asignaturas de libro y más cosas de la vida, entre ellas aprender a ser feliz, viviendo el aquí y ahora y no pensando siempre en el pasado o en el futuro, mientras nos perdemos el presente. Soy firme defensor de una sociedad más humanista y justa, que ponga la mirada en la persona y en la integración de los valores humanos; frente a una sociedad marcada por el materialismo, el hedonismo y el individualismo, el carpe diem está muy bien pensando en un todo y no en uno mismo.


Como dice una frase de la Madre Teresa de Calcuta que se ha convertido en mi leitmotiv, «que nadie se acerque a ti sin que se vaya un poco más feliz».



6. ¿Viajas con cámara de fotos o con palo selfie?


Viajo con cámara de fotos, odio los palos selfies. De hecho me acabo de comprar una cámara réflex Canon EOS 2000D: soy de los que disfruto haciendo fotos de las de toda la vida, nada de fotos con el móvil (que también hago por cierto). 


Me gusta diferenciar entre las fotos hechas con cámara o las sacadas con el palo selfie —aunque sólo es un punto de vista personal—: las de cámara ponen el foco en ‘el otro’, en aquello por lo que viajas, en la gente del lugar, en el patrimonio, en la cultura, en la naturaleza, para mí eso es viajar. 


El palo selfie para mí representa fijar la mirada ‘en ti mismo’, en sacar fotos para verte tú en vez de ver ‘al otro’, por tanto te pierdes la maravilla del viaje, dejas de poner la atención en los demás para ponerla en ti, y eso es un reflejo de la sociedad que vivimos hoy, muy orientada al egocentrismo. Pero no por ello dejo de respetar a cada viajero y sus hábitos.


En realidad se ha creado un nuevo turismo del palo selfie que es muy interesante para la industria: hay gente que viaja a sitios insospechados sólo para hacerse fotos y subirlas a las redes sociales, y eso es bueno para el sector turístico, es un nuevo nicho que antes no existía y que deja mucho dinero. 


Pero, como escritor sobre el liderazgo, soy de los que piensa que una sociedad orientada al egocentrismo no nos lleva a ningún sitio: la pandemia nos ha dejado un poso de que todos somos importantes si sabemos convivir y ayudarnos, y solos no somos nadie. Por eso digo que el liderazgo pospandemia ha de ser un liderazgo consciente y responsable, con propósito. Esta visión es la que quiero reflejar en mi primer libro, que verá la luz dentro de unos meses y que espero que ayude a muchas personas.



7. ¿A qué suenan tus vacaciones? 


Otro de mis destinos favoritos es Italia, y con ella la música italiana: desde pequeño he sido muy fan de la música de este país. 


Y de cada viaje a Italia, donde tengo muy buenos recuerdos del Lago di Garda, de la Toscana, de la Costa Amalfitana, del Lazio, del Piamonte, me traigo, aparte de una buena bruschetta, mucha música italiana de cantantes como Eros Ramazzotti, Laura Pausini, Tiziano Ferro, Arisa o Marco Mengoni. 


Disfruto como un niño pequeño cuando conduzco por esas carreteras italianas, desde los dorados de los campos de Montepulciano o Volterra, hasta los verdes y azules de los acantilados de Amalfi o Ravello, escuchando su música. No quiero dejar de nombrar una de mis ciudades favoritas, Siena: podría pasarme horas en su Piazza del Campo sentado tomándome un café viendo la gente pasar, imaginándome la vida y circunstancias de cada viajero, incluso escucharía a cada uno de ellos: creo que escuchando se aprende mucho más que hablando. 


También me gusta mucho la música portuguesa que saboreo cada vez que voy a Portugal, país que visito con mucha frecuencia y al que adoro, y del que también me encanta su gastronomía, tradicional, de kilómetro 0 en la mayoría de los casos, hecha con cariño, con carácter. Allí disfruto del slow tourism, mi práctica favorita cuando viajo, lo que significa un turismo pausado, tranquilo, saboreando cada instante en lugar de visitar y hacer muchas cosas a la vez en un viaje relámpago, sin que te quede vivencia alguna, sólo por el hecho de haber tachado destinos en tu lista.



8. ¿Dónde viajarías con un billete de sólo ida?


La propia vida es un viaje de sólo ida, y con ése me conformo. 


Mi hermano Manolo siempre dice un refrán que yo odiaba y que ahora hago mío. Cuando estás en un sitio de vacaciones, te lo estás pasando muy bien y no quieres regresar, te suelta: «Para ir siempre hay que volver», y he terminado interiorizándolo: me ayuda a saborear cada instante como si fuera el último. 


Así que nunca me iría a ningún sitio con un billete de sólo ida. Desde que pasé mi grave enfermedad el año pasado en plena pandemia, que poco a poco voy superando, he aprendido que cada instante cuenta, que cada minuto es oro, que cada hora es un lujo, y que levantarme cada mañana y ver amanecer es un tesoro. Sólo por eso soy feliz, la propia vida es un billete de sólo ida, al menos hasta donde sabemos.



9. ¿Con quién te irías a dar la vuelta al mundo?


Pues con mi pareja, mi familia, mis amigos, mi buddie. Ellos son mi vida, mi mundo. 


La pandemia nos ha enseñado la vulnerabilidad del ser humano y de la vida que tenemos, y en este tiempo de reflexión he acuñado una idea que me ilusiona: hacer un viaje con cada una de las personas que tengo a mi lado para compartir vida y experiencias, y para decirles a cada una lo que significa para mí, y mostrarles una vez más que las quiero y que doy gracias a Dios por ponerlas en mi camino. 



10.  ¿Cuál es tu lugar favorito del mundo?


Como dice mi buddie, lo importante en los viajes, como en la vida, no es el destino sino la compañía, dejando la mejor huella posible. Siempre me regala una frase de Maya Angelou que me gusta practicar: «La gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, aunque nunca olvidará cómo les hiciste sentir».


Y si tuviera que mencionar los nombres de mi lista, estarían lugares como Chile, Uruguay, Bali, Noruega, Egipto, Croacia, Vietnam o Australia, por poner algunos ejemplos, aparte de hacer el Camino de Santiago, un deseo pendiente.


De hecho me abono a los programas de viajes y de personas sencillas que hacen de su vida una celebración y no un drama, en eso me parezco a mis hermanas mayores Mari y Paloma: me gusta ver los programas de naturaleza, de animales, de geografía, de arte, de folclore y costumbres, de vidas con sentido, de gente auténtica de la de verdad, de la que se saca las castañas del fuego cada día, y no de la de ficción y postureo que aparece en los programas basura de la televisión. 


Como decían mis padres Juanito y Maruja, «hijo, donde estés, da lo mejor de ti, y rodéate de gente buena». Así lo hice en mi etapa de American Express, de donde guardo los mejores recuerdos del equipo que me acompañó, a quienes desde aquí les traslado mi eterna gratitud. Hoy en BRAINTRUST, la empresa —o mejor dicho, en la familia BRAINTRUST— a la que pertenezco, esa frase de mis padres se hace realidad: practicamos los valores que nos hacen ser el mejor sitio para trabajar, y de todos sus miembros aprendo cada día algo, lo que me permite crecer profesionalmente y personalmente. 


Ésa es la vida misma, ése es el viaje de la vida: crecer, progresar, evolucionar y nunca dejar de soñar.


<Volver